Estamos casi en Navidad y no es que esté vaga, como dicen algunos, sino que estoy de «vacaciones» y no me apetece pelearme con esa multitud de temas serios que llenan las páginas de economía, por ejemplo. Mucho me temo que las frivolidades y la literatura es lo único que me va a ocupar. Allá vamos.
Reconozco que, por carácter, soy tendente a la adicción. Pero ¿quién ha dicho que todas las adicciones son malas?
Por ejemplo, hoy he leido en el País que el chocolate negro es bueno. Está bien, diré toda la verdad: en dosis pequeñísimas (dos onzas al día). Ahora, mientras escribo estoy tomándome un chocolate suizo con el 72% de cacao que es magnífico. ¡Hasta Montignac lo ponía en aquellas dietas que le hicieron famoso!. Además, por si alguien no lo sabe aún, el aporte de magnesio del chocolate lo hace excelente para el organismo.
Y, por último, está aquello de compartir el placer. Por ejemplo, se deja encima de la mesa de trabajo y cada uno que viene sale relajadito y con otra cara. Una tableta de 100 gramos, siguiendo la dosis recomendada, puede sentar bien a una docena de personas.
Y no hay libros ni nada sobre las magníficas cualidades del chocolate. Y por asociación acabo de recordar aquel libro de Laura Esquivel Como agua para el chocolate que tanto me gusto en su día. No encuentro forma más gráfica de plantear una discordancia: agua y chocolate. Si recuerdan la tradición, los franceses hacen el chocolate a la taza con agua y los españoles con leche y es sabido cuál es mejor. Además ¿qué le pasa al chocolate si al fundirlo al vapor le cae una gota de agua? pues que queda fatal, como si cambiara completamente de textura, no sirve ya para hacer unas buenas trufas, una cobertura de esas que se deshacen en la boca…hummm.
De este libro me encantan los «estados de ánimo gastronómicos». Por ejemplo:
En cuanto Pedro la abrazó su cuerpo vibró como una gelatina
Tita literalmente estaba «como agua para el chocolate». Se sentía de lo más irritable
…y así como un pan achicharrado altera el olor de toda una casa convirtiéndolo en desagradable, así su cerebro ahumado lanzaba esos negros pensamientos
Cuando Esperanza le dijo a Tita que al recibir la mirada de Alex sobre su cuerpo ella se había sentido como la masa de un buñuelo entrando al aceite hirviendo, Tita supo que Alex y Esperanza se unirían irremediablemente.
Chocolate.
Buenas noches.