Durante mucho tiempo luché por sobreponerme a él y una y otra vez volvía a lo mismo, al cansancio, al agotamiento.
Después de probar muchas fórmulas encontré (espero) la mía: una buena cantidad de salud, cucharadas de alegría, música y baile, una pizca de frivolidad y un mucho de responsabilizarme de mi vida.
Esto último, tan corto, supone mucho: dejar de lamentarme por las consecuencias de mis decisiones, superar mi infancia y no complacer a quienes no me tratan bien, no negar mis emociones y, sobre todo, ser mucho, pero mucho, más libre.