Ejem, espero haberlo escrito bien.
Ayer una amiga americana nos invitó a tomar un té navideño en su casa. Además de que ella es una de esas personas con las que siempre da gusto tratar -acogedora, amable y siempre sonriente-, me resulta apasionante cualquier acercamiento a una cultura o una forma de hacer diferentes.
La mesa estaba llena de fuentes y platos con todo tipo de pinchos salados y pasteles. Me llamó especialmente la atención una especie de «empanada» de queso azul, pera y nueces que estaba exquisita y, con la misma masa un baklava fantástico que yo era la primera vez en mi vida que probaba.
La anfitriona es una especialista en dulces, así que había brownie, tartas de frutas, de zanahoria….
¿Y para beber? Pues mucho té y una cosa que aquí en Galicia llamamos «sopas de caballo cansado» y que se ve que es típico alemán (nos informó una invitada): vino tinto caliente con azúcar, canela, clavo y otras especias intraducibles. Os aseguro que quita el frío.
¡La merienda resultó todo un éxito! Muchas gracias.