Carnavales

| | , ,

Ya estamos en la época. Lo niños van disfrazados al cole de la mano de sus madres: de ositos, de princesas, de setas, de mariquitas….

Los carnavales de mi infancia eran muy diferentes, pero muy divertidos.

Subíamos, mis primos y yo, al desván de «la casa vieja». Allí se guardaban los muebles de otras épocas, la bicicleta de la bisabuela, los somieres en desuso, los juguetes de cuando mi tía era niña. Y la ropa. En el desván corrido, lleno de fantasmas por la noche, una habitación llena de ropa colgada y en arcones: sombreros, zapatos, bufandas, capas……Un paraíso.

La luz entraba por un ventanuco y se veía el piso de abajo entre las tablas del suelo. Excepto en el cuarto de la ropa, que había una ventana grande orientada al oeste, por la que entraba el sol del atardecer.

Nos poníamos cualquier cosa por encima de las medias y camisetas propias. Ibamos de «choqueiros», es decir, de nada, pero intentábamos parecer señores o damas antiguos, negros de peluca rizada, «paletos» de boina, bebés, niños «pera»…

Después de vestirnos, aunque todo el mundo nos reconocía y, en el fondo, daba igual, nos poníamos unas caretas de papel que duraban uno o dos días, porque la goma se rompía o rompía los agujeros, ya muchos, de los lados. Siempre acabábamos yendo a cara descubierta hartos de las gomas que se nos clavaban detrás de las orejas.

Todavía recuerdo mi primera careta de plástico: roja y negra, de diablillo. Era imposible respirar y te sudaba la cara. Acababas mojado del vapor de tu propia respiración y cuando te hartabas la ponías hacia atrás.

Así íbamos por las casas del pueblo. Y las señoras, que nos reconocían de lejos, decían: «Ahí vienen unos «mascaritos», ¿quiénes serán?». Y nos daban filloas, orejas, caramelos…trofeos que nos llevábamos sólo por demostrar de lo que éramos capaces, porque nosotros sólo nos comíamos los freixós de mi madre, que eran, y siguen siendo, «superiores».

Desde entonces, y aunque ahora son muy distintos, hay algo en los carnavales que me encandila. Puede que sea el deliciososo aroma de mi infancia.

1, 'include' => $prevPost->ID, 'post_type' => $post_type, ); $prevPost = get_posts($args); foreach ($prevPost as $post) { setup_postdata($post); ?>

1, 'include' => $nextPost->ID, 'post_type' => $post_type, ); $nextPost = get_posts($args); foreach ( $nextPost as $post ) { setup_postdata($post); ?>

8 comentarios en «Carnavales»

  1. Los de ahora siguen siendo divertidos, pero más frívolos y menos inocentes.

    También recuerdo las caretas de cartón y goma. Y las casas de mis abuelos, siempre me ha gustado curiosear y encontraba cosas extraordinarias. Aunque mi abuelo materno, un día, al verme con cosas de mi abuela muerta me pegó un buen pescozón, por irreverente y mariconazo. Ja ja ja ja.

    Responder
  2. ¿De ajo? ¿A que te refieres? ¿No querras decir de AJÓ,? (Ajó: onomatopeya utilizada para representar los primeros sonidos y balbuceos de los bebés).
    O quizá lo que sugieres es que me hace falta recurrir a la magia y a los poderes sobrenaturales de las meigas para auyentar a los chupasangres que me (nos) acechan. Si es así ¡ya me convendría, ya! si no tendré que acabar por disfrazarme de comandante Marcos!. Eh Capi?! :-D))

    Responder
  3. Pues la verdad es que así, en castellano, no la había oído nunca. Es una frase que tengo incrustada en gallego.
    Volviendo a los carnavales, si no habeis estado nunca os recomiendo el carnaval de Vilariño de Conso, cerca de Viana do Bolo, en Ourense. No sabría describirlo, pero es de lo más primitivo, espectacular y telúrico que he visto nunca.

    Responder

Deja un comentario