Hace calor pero a la sombra del castaño se esta bien.
Ella pinta una tabla con colores delicados mientras yo abro los ourizos de las castañas y guante en mano los voy dejando sin fruto.
Pasamos horas así. Recogemos tomates, comemos una manzana. Reímos.
Y el aire se va poniendo cálido y dulce.
Cuánta paz…
Las noches intranquilas, como esta, atraigo esas sensaciones y me agarro a ellas.