Hacer equipo, colaborar, sentir que compartes esfuerzos, que no estás tirando sola, que alguien te apoya y te cubre las espaldas y tú a los otros. No hay sensación mejor pero, a veces, uno se acostumbra a debatir sólo con uno mismo, a sentir la responsabilidad de todo al 100% sobre las espaldas y en soledad y hasta se llega a olvidar de lo que significa compartir la vida, el trabajo.
He sentido muchas veces que tengo que poder con todo y que hasta es posible que pueda, aunque mi salud protesta y mi cuerpo se resiente. Es un entrenamiento de soledad y de fortaleza.
Y cuando ya crees que lo has conseguido, una bobada, un café, una charla te devuelven a tu realidad tan pequeña, tan mortal y, afortunadamente, tan acompañada.
Estoy feliz de sentir de nuevo esa colaboración mano a mano que tanto echaba de menos sin saberlo.