Charlábamos sentados en el murete un atardecer de agosto. El acababa de llegar de unas impresionantes vacaciones buceando. Yo soñaba con navegar al Mar del Norte.
Nos sentíamos vivos, colegas, amigos.
Recuerdo que llevé mi chaqueta de navegar nueva, sabiendo que él iba a apreciar los detalles. Los cierres herméticos, las costuras selladas, los mosquetones…
Saqué esta foto con mi móvil y estuvo de fondo de pantalla hasta que el pobre naufragó en el bolsillo de esa misma chaqueta de navegar una tarde lluviosa de Cherbourg.
Nos recuerdo sonrientes, oliendo a mar. Nuestra amistad es así, vital, cargada de comprensión y energía.
Bellísimo, Amalia. Un texto impresionista, unos rasgos apenas para que, desde lejos, podamos sentir la escena. Besos.