La muerte es inexorable pero nos gusta vivir de espaldas a ello, como si el futuro nos pudiera devolver los momentos que desperdiciamos. No es así. Lo único que se ha escapado de la muerte es el momento presente. No debemos tener miedo a la muerte, debemos aceptarla. Por supuesto, nadie nos quita el dolor de perder a un ser querido, pero forma parte de la vida y con esa sencillez hay que asumirlo. Hay cosas que duelen mucho. No todo es como en las películas americanas.
Si conseguimos vivir sin una excesiva preocupación por la muerte pero conscientes de ella, valoraremos la vida mucho más.
La vida no es perfecta ni mucho menos. Hay decepciones, tristeza, problemas económicos, rupturas de pareja, enfermedades….Cada uno de estas palabras nos da miedo, sufrir física o emocionalmente nos aterra. Nos ha pasado antes: ya sabemos que pasa cuando nos rompen el corazón, cuanto se sufre cuando estamos enfermos. No, no queremos volver a ello! Pero, nos guste o no, también firma parte de la vida y lo único que podemos cambiar es como lo enfrentamos, la cantidad de salud, alegría y madurez con la que llegamos al problema. Mi responsabilidad conmigo mismo es cuidarme físicamente, mantenerme lo más saludable posible como para que la enfermedad tenga menos posibilidades de hacerme daño. Debo trabajar mi autoestima, mi independencia y mis afectos como para que la pérdida de uno no me hunda. Y esto es lo difícil, el día a día. Ocuparse de uno mismo y por extensión de los demás. Si te quieres, te gusta cuidar de los demás. Va todo junto.
Así pues, no podemos hacer nada para evitar la muerte, podemos sólo llenarnos de una vida mejor. No debemos vivir con miedo -nada más manipulable que una persona con miedo- sino prepararnos lo mejor posible para la parte oscura de la vida y disfrutar jugando en la luz todo lo que podamos.
Y esto lo esta escribiendo alguien que aún sigue en una intensa lucha por curar heridas del pasado, consciente de ellas y aún no curada del todo del miedo a que se repitan.
Buen fin de semana