Creo que os había contado que este verano pensaba aprender vela. Pues hice un curso intensivo la semana pasada. El grupo: trece niños de seis a doce años, una amiga y yo, repartidos en dos raqueros.
La experiencia fue magnífica, a pesar de que los primeros días no soplaba ni una brisilla. De hecho, creo que repetiré en algún momento. Al menos, haré perfeccionamiento.
Le encuentro varias ventajas a este deporte, especialmente para los niños.
Me gusta que sea al aire libre, acabamos bañándonos y haciendo guerras de agua.
Me gusta que para llevar un raquero haga falta un equipo, no es indvidualista -excepto el Optimist- y hasta equilibrar pesos es importante.
Además, quiero agradecer a nuestros monitores – Héctor, Julio, Ariel, David, Pedro, Nando y Yago- su saber hacer, su amabilidad y su esfuerzo para hacer de la vela un deporte asequible y popular entre los más pequeños.
En el Club Náutico de Sada, ellos, los socios, hacen de monitores sin cobrar sólo por mantener la afición. Muchas gracias por enseñarnos, de nuevo, que el mundo no siempre se mueve por dinero.