Lo primero, os pongo la foto de la bomba de la cisterna (gracias por hacérmela llegar).
Por lo demás, ¿qué os puedo contar?
A mi esos catres estrechos y el saco de dormir me curaron el insomnio. Pensé seriamente en seguir durmiendo en el saco al llegar a casa. Quizá mi problema, que viene desde bebé, lo arrastre por eso, porque me gusta sentirme encajada, envuelta. En todo caso, algo muy importante que agradecerle al Lángara y a mi amuleto del sueño.
Otra particularidad es que uno se cambia de sitio para dormir con total flexibilidad, coges saco, almohada y hala, con la música a otra parte.
Se duerme a cualquier hora, pero si es con una sopa de R. mejor aún. Sus sopas son legendarias: es lo único comestible en las guardias nocturnas y las hace contundentes. A mi me supieron a gloria.
Claro que en el barco se lo come uno todo y si está caliente y cocinado aún mejor. Se comieron amablemente un arroz que hice el primer día así que los he invitado a cenar porque ya se ve que no son nada quisquillas.
Iñaki -con mi inestimable ayuda de pinche- cocinó unas albóndigas bueníiiiisimas que si me da permiso ya os dejaré la receta, que tienen su truco. «Los niños» un risotto estupendo y Marga y J. unos fetuccini bolognesa con champis que en mi vida me han sabido mejor.
Aquí cocina el que se apañe y el que no, friega, hace el café, etc..
Con esta tripu no hay problema. Nunca he visto cosa igual: nos repartíamos el trabajo con fluidez, sin tensiones, muchas veces sin decirlo. Sí, Servan, un placer navegar con esta gente, con ellos repito y hasta paso un temporal (pero no peor que este, Iñaki, que te conozco).
Sin duda, lo mejor fue la sopa de R.; me supo a gloria. Bicos