La montaña rusa emocional de esta semana, que, ojo, aún no ha terminado, ha sido de las buenas.
Empecé muy zen, con mis propósitos de año nuevo muy presentes, planificando el año que empieza y luchando por minimizar obligaciones y dejar huecos para lo imprevisto y la novedad que tanto me gustan!
Vinieron después las cenas de Reyes, las últimas compras, los regalos, las sonrisas, la familia. Emociones tranquilas e intensas a la vez.
Después comenzó el trabajo, de manera positiva, abriéndose oportunidades y expectativas que no me parecían imaginables hace nada y que aún no acabo de creerme. Sí, voy a seguir viviendo en el alambre, de funambulista sólo me saca una primitiva, pero el paisaje de alrededor me gusta más, pero es más alto y la altura da vértigo. Ahí iba casi haciendo looping y…
La muerte, no por esperada menos difícil, el dolor de mi gente. Sólo acompañar. Sin más. En segundo plano, abrazando.
Y este fin de semana, cenas y comidas con queridos amigos, risas, planes, surf a la vista, bromas, otra vez hacia arriba.
Siempre que he tenido una mala relación, al dejarla mi frase interior era: me bajo de la montaña rusa. Estaba equivocada. La montaña rusa es la vida. No te puedes bajar. Tienes que acostumbrarte a vivir en ella. Al menos si eres como yo, que todas las emociones te llegan, que todo lo empatizas y te lo llevas a casa.