Como han venido, se han acallado. Pero son un síntoma más de una sociedad muy enferma, de esa neurosis permanente entre nuestras necesidades y nuestras posibilidades a la que nos aboca este esquema de valores.
Lo que más me ha sorprendido es cómo han decidido frenar la escalada de violencia. Por ejemplo, al padre de un adolescente que protestaba por las malas condiciones de vida, lo han desahuciado de su casa de primerito, hala, por ser el papá del rebelde ese, así se les quitan a todos las ganas de protestar, no vaya a ser.
Me imagino que es una forma como otra cualquiera de convertir la rebeldía en inquina.