Regresar a Santiago tantos años después con mis compañeros de facultad más cercanos estuvo bien.
Recorrer el Franco y entrar en alguno de los bares que no han cambiado nada, también.
La cena -después de intentarlo en el mercado de abastos al lado de la solemne Facultad de Historia– en la Bodega de San Roque, después de pasar por la verbena que habían armado delante de la Iglesia de San Martín Pinario que, después de la Catedral, es una de mis favoritas. Enfrente, por cierto, de la Casa de la Troya, inmortalizada el el libro de Pérez Lugín.
Una copa en el Modus ya muy tarde y a casa.
Una charla risueña, llena de sobreentendidos de muchos años de colegueo!