Había declarado el lunes por la mañana esta semana como «semana maravillosa». Y la verdad que empezó tan bien que lo parecía, pero finalmente está resultando complicado eludir el efecto arrastre de los muchos malos rollos que nos rodean. Y no es para menos. Los problemas son reales.
Me repito que soy una privilegiada pero siento la inseguridad que nos cerca. Cada vez trabajo más horas, cada vez es un poco más difícil, como si nos fueran dando pequeñas vueltas de tuerca.
Al final, me refugio en mis «valores seguros»: bailar y cantar con ella, tener una bonita charla con un buen amigo que sabes lo mucho que te quiere, tomarme un café o un chocolate aromático, oír caer la lluvia y abrigarme bajo la manta con una buena peli, escuchar una canción que me recuerda a ti, salir al mar y sentir el viento empujando las velas.
Soy una privilegiada. Ahora sonrío.
Esta noche toca leer poesía. Quizás Rilke estaría bien.
Cortázar…
Sí, somos privilegiadas, pero es imposible no vibrar con los golpes que suenan.
Un beso, preciosa.