Me contaron la anécdota como cierta, proviniente de un belga que trabajaba en un país centroafricano dentro de un proyecto para llevar a pequeñas poblaciones el agua potable. En aquel pueblo el pozo más cercano estaba a más de 5 kilómetros, distancia que tenían que recorrer todos los días las mujeres -siempre son las mujeres- con bidones que a la vuelta pesaban un montón. Se les iba el día en esa terrible labor, a una temperatura insoportable.
Los ingenieros diseñaron un sistema para la traída de agua hasta la calle principal del poblado, tras colocar una bomba y una depuradora en el pozo. Instalaron en el pueblo varias bocas de agua, de manera que, a cualquier hora del día, las mujeres podrían rellenar sus bidones. En una segunda fase, planeaba el proyecto con apoyo internacional, se conseguiría tener agua corriente en cada casa.
Sin embargo, tras el primer día de funcionamiento vino la primera noche y el primer atentado: las tuberías fueron asaltadas esa noche y destrozadas las fuentes. Los europeos de la ONG no entendían nada, así que rehicieron el trabajo y lo volvieron a dejar listo para la tarde. Pero esa noche, alguien volvió a romper todo. […]
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Terrible; estoy convencida que es cierto. Al fin y al cabo es bastante parecido a lo que hacemos o intentamos hacer nosotras. Eso significa ser libre. ¿ Libre ? Si, si libre durante 3 horas, pero libres.!!!!
Beatriz