Amigos para siempre

| | , , ,

Gracias a Silandeira
Gracias a Silandeira

Crecí con él jugando al fútbol, al brilé, patinando y subida a una bici. Preocupaba un poco a mi madre porque no me gustaban las muñecas, ni los vestidos -me ponía pantalones y gorra para esconder el pelo, una gorra vaquera muy sesentera, monísima- y siempre jugaba con niños: Tolín, Ángel, Cristóbal,… Los juegos de niñas me parecían aburridos. En el cole, que era de monjas y femenino, tenía buenas amigas que conservo hasta ahora. Un día os hablaré de ellas.

Ya os he contado que Armando y yo éramos inseparables. Invierno y verano. Y así fue hasta nuestra adolescencia bien entradita, que fuimos críos mucho tiempo. Ya a los ocho años o así se metían con nosotros: «Armandito y Amalita son novios» y así tuvimos que soportarlo durante años. Después empezaron a aparecer los corazones en las paredes y a mi me daba vergüenza y los borraba. A Armando le daba la risa. La verdad que debía de ser bien simpático ver mi apuro. Me daba miedo que «esas tonterías» enturbiaran nuestro perfecto colegueo.

Fuimos creciendo y cada uno tenía su grupillo de colegas. Nos encontrábamos de copas y siempre nos quedábamos un rato de charla. Nos veíamos en su casa cuando me acercaba a ver a su madre. Cuando hizo la mili me envió un par de fotos que conservo en las que estaba guapísimo. Tenía moto, de cross, mis favoritas, y a los diecisiete años me llevaba al instituto en moto. No os imaginais la envidia que daba algunas niñas verme llegar con ese chico tan guapo en moto. Era tan desprendido que me dejaba llevarla a mi -siempre confió en mi capacidad para hacerlo todo, como otro  chicazo, más que yo misma- y eso que tenía que apoyarla en una pared para subirme. Siempre hacía eso: compartía sus cosas más queridas conmigo.

Después sucedió su terrible accidente. Mi padre fue a recogerme a la universidad y me llevó al hospital a verlo. Todos esos hierros clavados en la cabeza. Su madre y yo en el pasillo, cogidas de la mano. Fui a celebrar con él su veintiún cumpleaños al hospital lejano al que le llevaron. Mi madre tuvo que ponerse muy seria para convencerme de que ya no podría recuperarse del todo. Yo no quería creerlo. Negaba una realidad evidente. Dejé de conducir durante diez años. Cuando regresó, en los primeros tiempos saliamos de vez en cuando. Trajó muchas heridas. Yo no podía hacer nada, sólo podía estar. No recuerdo una sensación de impotencia tan grande hasta este verano.

Fue recuperando su vida, sus amigos, aunque de forma diferente. Paulatinamente fuimos dejando de vernos con tanta frecuencia. Estos últimos años, me acercaba a felicitarles la nochebuena o nos cruzábamos por la calle que nos había visto crecer y nos echábamos unas risas.

Este verano volvimos a estar juntos, colegueando. Y la vida se nos ha ido entera así.  Amigos para siempre.

Corazón de tiza de Radio Futura

Disculpad que hoy os cuente mi vida.

1, 'include' => $prevPost->ID, 'post_type' => $post_type, ); $prevPost = get_posts($args); foreach ($prevPost as $post) { setup_postdata($post); ?>

1, 'include' => $nextPost->ID, 'post_type' => $post_type, ); $nextPost = get_posts($args); foreach ( $nextPost as $post ) { setup_postdata($post); ?>

5 comentarios en «Amigos para siempre»

  1. No sé qué decirte, pero quiero estar aquí. Increíble cómo lo cuentas. Una prosa tensa y recta como la cuerdad de una guitarra, capaz de transmitir y contar y cantar. Beijinhos. Eres una delicia.

    Responder

Responder a Leiter Cancelar la respuesta