Efgaristo

| | ,

En la sala de mis casa hay muchas fotos, en las paredes, en marcos… Una de ellas nos la sacó Quique, a Bea y a mi, en el viaje que hicimos los tres a Italia, Grecia y Turquía (Quique y Bea son de Donosti, pues).

De ese viaje puedo contar miles de anécdotas y recordar, calladita, otras mil.

Se me vino a la cabeza un griego de unos 60 años que conocimos en Corinto. Era un emigrante. Se había ido a Australia a trabajar cuarenta años antes, había amasado una pequeña fortuna dedicándose a trabajar sin parar y decidió volver a su tierra para «empezar a vivir». Y, como los gallegos sabemos bien, a presumir de su posición ante sus paisanos.

¡Pero en cuarenta años todo había cambiado tanto!. Casi no quedaba nadie ante quién pavonearse, las mujeres que antaño le parecían preciosas eran respetables abuelas. Se le veía perdido, sin un lugar donde asirse. Aún así, parecía un hombre acostumbrado a tomar decisiones y superar dificultades.

Y nos encontró a nosotros: tres españoles de viaje, con sombreros griegos y esforzándonos (para mondarse) en aprender el idioma en una semana. Cada día por la noche repasábamos en la habitación las palabras y frases nuevas que habíamos aprendido. No teníamos mucho dinero, apenas estábamos empezando con nuesto primer empleo.

Se empeñó en ir con nosotros a Epidauros, a oír el eco de su teatro, a Micenas, a las ruinas de Corinto. Nos contrataba un taxi para todo el día y allí íbamos los cuatro arriba y abajo. Era muy cariñosos con todos. Si vendían galletas en la calle, nos regalaba una, si nos llamaba la atención algo nos desviábamos a verlo. Se le veía tremendamente feliz de poder recorrer su tierra en compañía.

A nosotros, nos inspiraba ternura y nos cansaba un poco, la verdad. Pero cenábamos con él cada día, aunque no nos dejábamos invitar y eso le enfadaba.

La última noche, nos íbamos a la mañana siguiente, vi como separaba a Quique para preguntarle algo. Después nos fuimos de cena de despedida los cuatro.

Por la mañana temprano estaba como un clavo para despedirnos. Se me acercó y me dijo:» ¿Quieres casarte conmigo? ¿quieres venir conmigo a Australia?. Vivirás como una reina, no te faltará de nada. (Unas galanterías que me salto). Ya soy mayor, moriré pronto y tú tendrás tu vida resuelta».

Apenas pude balbucear alguna disculpa en mi mal inglés, boquiabierta por la sorpresa. Lo decía muy serio, ofreciendo todo, lo que tantos años había tardado en conseguir, a una desconocida. Y de repente me entró «esa» peligrosa ternura, ganas de haber tenido más tiempo para explicarle tranquilamente porqué no creo en ese tipo de matrimonios, ganas de … No lo tenía. Finalmente le dije: «Estoy completamente enamorada».

Sonrió, sin entender qué tiene que ver. Sonrió a mi juventud, a mi inocencia. Me deseó suerte y se fue.

P.D.- A Quique le había preguntado si yo era su chica y efgaristo es muchas gracias en griego.

1, 'include' => $prevPost->ID, 'post_type' => $post_type, ); $prevPost = get_posts($args); foreach ($prevPost as $post) { setup_postdata($post); ?>

1, 'include' => $nextPost->ID, 'post_type' => $post_type, ); $nextPost = get_posts($args); foreach ( $nextPost as $post ) { setup_postdata($post); ?>

16 comentarios en «Efgaristo»

  1. Admiro a esas personas que se han ido a trabajar lejos de su tierra para conseguir lo que su pueblo no ha sabido darles. Lo hacen y vuelven cargados de buenas ilusiones, pero casi siempre, en el regreso, se encuentran algo peor de lo que han dejado. Llega un momento de la vida, en el que lo importante es simplemente tener con quién hablar y compartir, hasta el punto de que se da todo por ello. En muchos de nuestros actos deberíamos reflexionar sobre lo anterior.

    Responder
  2. Tienes mucha razón, Rbr. Por eso me daba tanta ternura. Se merecía disfrutar del resto de su vida, encontrar alguien con quien hablar y compartir, como tú dices. Parecía un buen hombre. La vida no da marcha atrás.

    Responder
  3. Es una historia bonita y triste, entiendo tu ternura pero supongo que él comprendió que hay cosas que son o no son. Lo malo es que los años no nos dejan marcha atrás y nos van cortando el camino.

    «Volver, con la frente marchita ….»

    Responder
  4. No sé si habrá entendido algo con mi inglés. :-).

    Y hay que ser optimistas ¿qué sería de mi escribiendo en El Olivo en Australia? Al menos hay eucaliptos como aquí…

    Y de la que se ha librado él, ¿qué?. Porque lo mío iba a ser un divorcio carísimo y además, hay que conocerme, menudo premio…

    Lo siento, es mi lado frivolón que pelea por salir y reirse de todo.

    Responder
  5. Volver co la frente marchita….Eso es de Mocedades, chicos de Bilbao,pues.
    Yo me encuentro en la dinámica de irme desde hace tiempo, pero siempre me da miedo el no poder volver a mi tierra…. y eso duele, sobretodo por mis hijos, o ¿quizás será por mí?

    Responder
  6. Me parece una historia conmovedora. Y no la has contado del todo mal. Y la moraleja, evidente.

    Estoy atónito de que la hayas puesto en el grupo «Frivolidades». ¿Hay algo más serio que esta historia y lo que nos enseña?

    Responder
  7. Puede que para mi las frivolidades sean otra cosa. Si ves lo que he puesto ahí verás que son una especie de «favoritos». Ya sé que no es esa la acepción común, pero así es.

    Responder
  8. ME gusto mucho la historia, es tierna, pero a la vez tiene un aire fantastico, un aire de pelicula de cine.
    Me gusto como viste el detalle de que te entregaba lo que habia tardado años en ganar, que alguien asi te entregue o que este dispuesto a entregarte sus bienes, su corazon…. dice mucho de ti

    Un abrazo

    Responder
  9. Volver con la frente marchita
    las mieles del tiempo platearon mi sien

    Sentir que es un soplo la vida
    que 20 años no es nada
    que febril la mirada
    errante en la sombra, te busca y te nombra

    Vivir, que es un soplo la vida …………….. no me acuerdo mas

    Amalia, el griego sonrio porque sabia que le mentias………..

    Que bonita historia, sea o no cierta, la verdad es que da igual……..

    Responder

Responder a chocoadicta Cancelar la respuesta